El ángel del miedo a lo oscuro

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Sé que estás ahí,
guardián infranqueable,
eterno protector
de las sombras
y sus lúgubres alarmas.
Es sombrío tu abrazo,
silencioso;
es casi eterna la sensación
de tu alada presencia.
¿Y tus labios?
¡Son fríos!
y no quiero sentirlos.
Aún recuerdo,
del miedo que infundes,
su primer beso:
cómo sellaba mis labios
asfixiando cada intento
por escapar de su boca;
la perversa caricia
de tu aliento en mi cuello;
el vuelo incipiente
que maltrataba el latido
justo en el centro del pecho.
Sé que provocas mis ojos
en cada sitio
donde lo oscuro se exhibe,
pero intento evitar
que descubras mi audacia
y castigues su juicio
con tu invisible silueta.
Así que apuro los pasos
con una prisa fingida;
y lanzo falsos conjuros
hacia la noche y sus fauces.
Pero nada te impide
que le contagies lo helado
de tantos miles de inviernos
a esta frágil coraza.

Imagen sacada de http://www.demiedo.es/

Maltrato

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¡Llora!
No dejes que tus ramas
finjan en silencio
el agravio de las estaciones.
Indefensa y desnuda
tu alma ya cede;
se percibe en su paisaje
el desolado aislamiento,
la suerte amarga,
el compromiso mellado
de unas raíces
que han consolado tu imagen
siempre al borde del abismo.
¡Grita!
al menos en lágrimas,
todas las injusticias
que inclinaron la balanza
hasta marchitar tu tronco;
para que te escuche el viento
y que su arrullo te anime;
para que se entere la lluvia
y redima tu llanto.

Me he decidido a participar en el reto de escritura de agosto «Escribir jugando» del blog de Lídia.

El poeta III

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…y se perdió el poeta.
Fue a extraviarse
entre la misteriosa bruma
de las palabras intrincadas;
en medio del vocabulario,
en sus espacios ásperos,
intensos,
donde nadie más quiere adentrarse
para descifrar un sueño
o un desvelo.
Se precipitó a las metáforas
más escarpadas y enhiestas;
aquellas que le lanzaron tentaciones
sin necesidad de señuelos;
las que en plena caída al vacío
de la ingravidez de sus sentidos
le provocaron cosquillas
imposibles de eludir,
esas suaves heridas del vértigo
que sangran invisibles,
que duelen sin dejar vestigios,
que lo protegieron del juicio
y de la razón inapelables
de unas voces que advertían
del peligro del abismo.
Y se diluyó en las laderas
de esas imágenes
desprovisto de recelos,
como un niño en una piscina
de ilusiones multicolores.
Y se perdió…
Sin una cura para el regreso.

 

Cuadro: Wanderer Above the Sea of Fog (El caminante ante el mar de niebla) de 1818. Autor: Caspar David Friedrich.

Viento VI

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Acabarás en una esquina
repartiendo aflicciones;
intentando ceder
la poca fortuna que ya marchita
se fue a enredar en tus mangas.
Acabarás acorralado
entre el silencio
de penurias y lamentos,
que cual sombras voraces,
adictas a la penumbra,
no dejarán que renuncies al polvo
donde divagan sus cuerpos.
Acabarás con una sentencia
a la misericordia
para excusar tu pasado;
algunas veces en calma,
como el que espera un milagro
mirando al cielo
desde su altar de ambiciones;
otras en espiral pactada,
desvaída en su oficio,
que en el ir y venir
ya no le importará su estampa;
ni se inmutará por la forma
de la compasión que revele;
ni por aquellos que van a ignorar,
de su apagado silbido,
el grave grito de ayuda.
¿Quién va a comprar
esa imagen de vendaval sin ventura;
de brisa inerte que calca
cualquier día en su siguiente?
Acabarás en una esquina
concediendo desánimos
a precio de ilusiones.

 

Imagenes como estas han sido la inspiración para el poema…

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