El poeta III

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…y se perdió el poeta.
Fue a extraviarse
entre la misteriosa bruma
de las palabras intrincadas;
en medio del vocabulario,
en sus espacios ásperos,
intensos,
donde nadie más quiere adentrarse
para descifrar un sueño
o un desvelo.
Se precipitó a las metáforas
más escarpadas y enhiestas;
aquellas que le lanzaron tentaciones
sin necesidad de señuelos;
las que en plena caída al vacío
de la ingravidez de sus sentidos
le provocaron cosquillas
imposibles de eludir,
esas suaves heridas del vértigo
que sangran invisibles,
que duelen sin dejar vestigios,
que lo protegieron del juicio
y de la razón inapelables
de unas voces que advertían
del peligro del abismo.
Y se diluyó en las laderas
de esas imágenes
desprovisto de recelos,
como un niño en una piscina
de ilusiones multicolores.
Y se perdió…
Sin una cura para el regreso.

 

Cuadro: Wanderer Above the Sea of Fog (El caminante ante el mar de niebla) de 1818. Autor: Caspar David Friedrich.

23 respuestas a «El poeta III»

  1. La cura del poeta es la palabra,
    esa misma en la que se pierde
    entre metáforas y versos imposibles,
    ella será la que le haga volver
    al regocijo de la poesía.

    Hay poetas que prefieren subir cuestas empinadas y a otros les van más las llanuras. Los dos tienen sus riesgo, unos de despeñarse y los otros de caer en la rutina…
    Un abrazo, Little.

    1. Sin duda alguna todo tiene su riesgo. Lo importante radica en no traicionar tus pasos, en no dejar de sorprenderte del paisaje, da igual el camino que decidas andar.
      Gracias Estrella!
      Saluditos. 😉

    1. Siempre están la verdad del poeta, la verdad de los demás y… como son realmente las cosas. Lo importante es ir en busca de la primera, no importa cuantas veces te pierdas en el camino.
      Gracias por pasarte.
      Saluditos!

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