
Veía puertas por todas partes.
Sus puertas al reino
de quien sabe que salvación.
Veía puertas;
puertas rojas,
verdes,
amarillas.
Puertas de madera,
de anti-madera;
transparentes y
frágiles;
sucias,
ajadas por las asperezas
de una existencia
que también era la suya.
Veía puertas si miraba a la izquierda,
si giraba los ruegos hacia su diestra.
Y si cerraba los ojos
en un intento de auto-suicidio fugaz,
también las veía.
Puertas inquisidoras,
tentadoras,
humildes,
arrogantes.
Puertas claras y justas
en sus formas;
legibles en el dialecto
que lanzaban al vacío.
Puertas donde la oscuridad
se presentía al primer vistazo;
donde la desconfianza y el miedo
cumplían con la atrocidad de sus faenas.
Puertas abriéndose,
cerrándose;
dejando sus umbrales
al alcance de cualquier denuedo;
prometiendo certezas a la dudas;
ofreciendo lo que siempre pudo ser,
lo que quizás volvería a suceder.
Y las veía por todas partes
-puertas,
puertas,
puertas…-
a todas horas;
pero nunca se atrevió a tocarlas.
Imagen sacada de: http://www.pinterest.es/pin/389491067754553069/
Muy bueno!
Gracias!!!
Saluditos. 😉
Lo malo es que algunas puertas cuesta cerrar una vez que las abres, pero quedarte con la duda de saber qué hay detrás, ains…
Si, la duda y la incertidumbre son de los peores inventos de todos los tiempos. 😀
Gracias Luna.
Saluditos! 😉
¡Me encanta!
Gracias Ahuanda.
Saluditos! 😉
Muy bueno. Aunque a veces hay que arriesgarnos para poder saber. Lo importante es saber elegir.
Un saludo. Me ha encantado leerte.
Y si te equivocas saber corregir a tiempo.
Gracias Esperanza.
Saluditos! 😉
El dialecto de las puertas … enorme.
Un abrazo, poeta
Gracias mil Enrique!
Saluditos. 😉
Buena composición fotográfica y estupendo poema.
Gracias Julio… por la parte del poema. La composición no es mía.
Saluditos. 😉