
A Neruda
Mutilado sin remedio;
digno veterano de porte raído
que hueles a sueño estancado,
a inevitable partida.
Inerte funcionario
del confort y el amparo,
desvaído en tu oficio
que por inercia
su contrato no acaba.
Áspero,
mustio;
despeinado y arrugado
sirviente de mis pasos.
Devoto resignado
a guardar silencio;
fiel confidente
de las iras y agravios
de corrompidos aromas.
Ilustre en colores vagos,
en estampados seniles.
Se que aún finges ser diestro
en tu más noble conducta,
esa obediencia sin tacha
de la que siempre he abusado;
pero prudencia,
que tu pasión no es un templo
para intentar imposibles
rezando solo al pasado;
y retírate al olvido
mientras tu gloria esté intacta.
Ten,
el justo pago a la bondad,
a tu paciencia;
el merecido equilibrio
a la humillación
de estos años:
te libero.
¡Adiós!
¡A la basura!