
«Camina hace mil años
hacia una orilla de agua prometida,
hacia la yerbecita tierna
de un espejismo… «
Dulce María Loynaz
El desierto, apenas,
ha empezado a recordarte.
Y tú continúas bebiendo de esa agua
que sabes no te quitará la sed
–del camino–.
Al menos ese estar sediento
de un horizonte impreciso;
esa ansia obstinada por recuperar
el deseo del espejismo.
¡No bebas!
Terco animal
incapaz de predecir
la sequia que se avecina;
la tormenta de arena.
¡No bebas!
Pues solo retendrás el jugo árido
de algún fugaz placer
que no aclarará tu garganta;
que abrasará la voz
hasta dejarla desnuda de anhelos:
sin palabras,
sin sonidos;
ronca de vida.