
“Por favor… ¡dibújame un cordero!”
Antoine de Saint-Exupéry
El hombre del observatorio estaba solo. Todo era quietud, silencio, como un desierto cerca de la medianoche. Sobre la mesa la taza de café, ya frío como el espacio, reflejaba la luna, su única compañía.
— “Por favor, ¿me dibujas un cohete?” —creyó escuchar.
Se tratará de una alucinación auditiva —pensó—. La falta de sueño y las estrellas pueden jugar esas malas pasadas.
—”Dibújame un cohete.” —volvió a escuchar, ahora mucho más claro.
Se giró lentamente. Miró a su alrededor. Y allí estaba, ese “hombrecito extraordinario” del que emanaba luz, como la de una linterna cósmica.
Micro para el reto de escritura de diciembre “Escribir jugando” del blog de Lídia.
